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PARIRÁS CON DOLOR de Juan Pablo Goñi Capurro



—Ha pasado un tiempo desde aquello de «parirás con dolor», ¿no lo crees?

Lo creo, pero no se lo diré, ese comentario trae segundas intenciones, Ragnar no se dirige a

una mujer a menos que quiera algo de ella. Supremacista y misógino, ¿qué se propondrá

hacer conmigo?

—¿Qué castigo nos impondría hoy un dios que nos echara del paraíso?

¿Está ciego? ¿Acaso no está enterado de cómo subsiste la gente que no ha salido a tiempo de

tierra? ¿O los ilotas que se desloman para sostener la vida en colonias como esta?,

¿desconoce qué acontece bajo la superficie? ¿Llama paraíso a esta burbuja en la que estamos

atrapados?

—Estás silenciosa esta mañana, Hécuba.

—Estoy concentrada en el control de temperatura, se están produciendo altibajos en los

envíos calóricos.

—Cuando usábamos el petróleo estas cosas no sucedían, no había que temer por la falta de

suministros.

—Así quedó la tierra por usar el petróleo.

¿Por qué le respondo?; le estoy dando pie para que continúe hablándome. Maldita sea esta

nueva gripe, de no estar media dotación de baja, jamás lo tendría husmeando en el módulo

gestacional. Divaga porque no tiene idea de las funciones a cumplir en esta estación. Abajo la

cosa está fallando por una causa indeterminada, pero la energía que producen los humanos es

ecológica. Esclavista pero ecológica, no destruiremos este planeta.

—¡Debe ser la gripe!

Ay, se me escapó decirlo. Tonta de mí, ¿cómo no lo pensé antes?, ¿qué otro motivo podía

existir para los altibajos en los envíos energéticos?, ¿qué necesidad tengo de sorprenderme

por un razonamiento obvio? Ragnar me exaspera, me hace perder el control. Me pone a la

defensiva, no me permite ser espontánea, y, a la vez, consigue desbalancearme, no puedo

reprimir estallidos como este que le darán pie a continuar el diálogo.

—Perdóname, Hécuba, no te entiendo, ¿cómo afecta la gripe a la temperatura de las

cápsulas?

Imbécil no es, ha entendido a qué me referí, ¿qué pretende de mí? Consiguió hacerme hablar,

se lo admito, ¿qué más planea obtener? Por cómo me mira, de verdad pretende que le

explique una obviedad. Estoy obligada, por mi propia boca grande.

—De alguna forma la gripe debió pasar a las dependencias subterráneas y afectó a los ilotas.

Los contactos con el mundo inferior son mínimos, pero existen. Los estragos que ha causado

entre nosotros, debió causarlos entre ellos también. Tú estás destinado a la estación porque

han caído enfermas diez personas, allí abajo debe pasar algo similar. Debe haber menos gente

pedaleando, el dínamo carga menos electricidad, y no se sostiene la temperatura constante a

la que estamos habituados.

Mejor no pensar en otra consecuencia de esta maldita epidemia, la prolongación de los

turnos. En lugar de cuatro horas, deberé trabajar ocho, con este energúmeno como único

compañero de módulo. Imagino que en el submundo de la estación debe suceder otro tanto,

menos gente, más horarios. Es lógico que los afecte el cambio en la duración de sus

prestaciones, el cansancio debe hacerlos pedalear a menor velocidad; como consecuencia, el

ingreso de energía a las turbinas oscila. Y a causa de esa alteración en la tensión, nosotras

necesitamos trabajar en modo manual para acelerar o reducir los procesos, no sea cosa que las

criaturas pierdan temperatura y las perdamos.

—Interesante, hemos controlado los nacimientos, hemos vencido la voluntad de Yahvé, y no

podemos eliminar las vulgares enfermedades que nos diezman.

¿Qué viene este a hablar de dios? Ya veo que pretende sacrificarme. Le gustaría, odia a las

mujeres tanto como odia a la negritud, soy un vehículo perfecto para la descarga de su

inquina, no somos muchas en la estación las que reunimos esa doble condición. Mientras no

pregunte, puedo seguir callada. Tenemos el mismo rango, no puede obligarme, mal que le

pese.

—Somos dioses, en cierta manera. Estas ochenta criaturas, que nacerán sin atravesar las

vicisitudes padecidas por sus ancestros en los vientres maternos, son un fruto de nuestra

ciencia, hemos elaborado un sistema de procreación que elude la necesidad de contacto

físico, histórico causante de irritantes complicaciones.

Lo presentía, este tipo nunca se echó un polvo. Con una mujer, cuanto menos. Si estuviera

con otro compañero, aunque fuera hombre, ya me estaría reclinando en la sala de relajación,

las alarmas avisarán cualquier modificación de los ambientes capsulares o de los signos

vitales.

—Ochenta personas perfectas, sanas, emergerán en semanas de estas cápsulas.

Idiota, de aquí pasan a las cabinas superiores, en la cámara contigua, ¿o planea crear hombres

y mujeres de cincuenta centímetros de altura?, ¿ni siquiera repara en que los tamaños de los

receptáculos no condicen con la estatura que necesitamos desarrollar? Los últimos estudios

indican que la población humana en nuestras estaciones de cría debe nacer con dos metros y

medio de alto para incrementar la energía producida por el pedaleo.

—Nacerán como adultos, desarrollados y formados, ¿acaso Yahvé pudo soñar siquiera con

algo así? Nos hemos vuelto dioses, cada vez eliminamos más detalles fallidos.

Error; no somos dioses, dios es la corporación. Somos apenas brazos de ese dios, impedimos

que los habitantes del submundo, esos que fabricamos aquí mismo, tengan acceso al

conocimiento del precioso planeta que habitamos, protegidos por la burbuja que cubre la

estación, la colonia y la base de defensa. Somos brazos, pero no somos dioses; dios tiene

oficinas en otro planeta, carece de nombre, puede hacernos desaparecer con un par de

órdenes. Que lo averigüe por él mismo, ya que no piensa callarse.

—Los productos que creamos aquí han progresado en fuerza e inmunidad. Los cerebros están

libres de instintos perniciosos, han sido diseñados para la obediencia total, logro que llevó

miles de experimentos genéticos conseguir. El progreso es indetenible. Pronto desaparecerá

la necesidad de mantener una apariencia de naturalidad y dejaremos de producir mujeres.

Le hundiría un puñal en el cuello, de no saber que sería en vano, no es el único en pensar así.

Hasta las nuestras están planeando votar en ese sentido, las mujeres sólo existirán en las

estaciones superiores, afirman que no tienen sentido entre los ilotas. Por ahora sobrevivimos,

en unas décadas, las afortunadas alfas nos convertiremos también en un recuerdo.

—Hasta ese momento conviviremos con sus imperfecciones. Oh, me estoy refiriendo a la

subespecie, claro está. Nuestro mundo es otra cosa, nosotros tenemos descanso, ocio, placeres

varios. La producción de gabinetes sexuales se vería reducida si todos fuésemos hombres, es

bueno que haya dos modelos. Que existan mujeres es importante para estimular las

investigaciones, la multiplicación de opciones permite hallazgos que de otra forma nunca se

hubieran encontrado.

El único estímulo que me domina es asesinarlo, ya no sé qué inventar para no mirar su rostro;

dudo resistir la tentación de escupirlo si lo tengo cara a cara. Escucharlo a mis espaldas no es

grato, pero no me expone a recibir una sanción por conducta agresiva. ¿Eso quiere?,

¿hacerme reaccionar para descalificarme? ¿con qué objeto? Ocupar mi puesto, seguro que no.

Yo quisiera su colocación. Él pertenece al sistema de defensa de la colonia, más entretenido y

mejor pago. Para las emergencias él tiene una pistola y yo un estetoscopio. Mejor que sea así

en esta oportunidad, o estaría descargando el cargador en su cara sobradora.

—¿Quedó claro, Hécuba? Sostengo que es bueno que haya mujeres entre nosotros, los

ciudadanos alfa.

—Obvio que es bueno, de otra forma, habría que extirpar penes y testículos, no tendrían

sentido. Además, se ahorraría muchísimo en telas al evitar los pliegues a los que están

obligadas las confecciones de prendas inferiores para hombres.

¿Por qué ante la sola mención de una castración o de un golpe en sus partes, los hombres

tienden a cerrar las piernas y protegerlas como si el ataque fuera real? Le dolió, me gusta, va

a cuidarse de hablar boludeces.

—Volviendo al tema que nos preocupa...

¿Nos preocupa?, ¿cuándo nos convertimos Ragnar y yo en nosotros?

—De tener la necesidad de inventar un dios para someter a la masa, ¿cómo sería ese dios?,

¿con que castigo nos amenazaría? A ver, Hécuba, ayúdame a pensarlo. Partimos de que dios

nos quiere en el paraíso, somos necesarios para él, le gusta tenernos aquí, lo que quieras.

Retiro lo dicho, no puede dejar de hablar boludeces. Pensar que me alegré de salir indemne

de la gripe, ¡qué equivocada estaba! Me tengo que bancar a este imbécil, y no tendré el

consuelo de ver a Giorgio cuando termine mi turno, está aislado con los contagiados de la

base.

—A parir con el sudor de la frente, no, ya está superado por nuestros sistemas de clonación y

aceleramiento gestacional, lo hemos aclarado desde el principio.

Y porque se trataba de un castigo machista, podría agregar, pero nunca se le ocurrirá

pensarlo.

—Vamos, Hécuba, no me dejes solo con esto, ¿con qué amenaza nos sometería?, ¿cómo nos

obligaría a cumplir las reglas a rajatabla?

—Con enviarnos al submundo a pedalear, para que los paraísos tengan la energía que

precisan para su vida de lujos y comodidades, suficiente.

—Si tanto te molestan nuestros lujos, ¿por qué no renuncias a ellos?

—Me habías pedido un castigo, ¿o no? Perder este tren de vida, pasar de alfas a ilotas, ¿no te

parece suficiente castigo?

—Eres...

—¿Mujer?

—No. Es decir, sí, claro que sí, eres mujer, pero no se trata de tus hormonas. Lo que quiero

decir es que eres...

Suficiente, no lo soporto un segundo más, voy a la sala de relajación y que haga lo que

quiera.

—¡Hécuba! ¿Dónde vas?

Averígualo, si te apetece. ¿Viene? No, se ha quedado con su dios; mejor dicho, se ha quedado

sintiéndose dios delante de sus criaturas. Mejor así. Una escotilla de por medio y la realidad

es otra. Ah, nada mejor que desnudarse y dejarse acariciar por los vibradores de viento,

¿cómo se habrá contagiado Giorgio la gripe? Podría haberme ofrecido a cumplir cuatro

turnos dobles, ¿qué haré al regresar al dormitorio de la colonia? Allí también están todos

encerrados, con miedo. Todos, no, está Ragnar, por ejemplo. Volverá a la carga, no cesará

hasta conseguir lo que pretende de mí, no es de los que abandonan. Admito que me

desconcertó, no tengo idea de sus intenciones, ¿acaso se propone formar una religión?

Momento, basta de relajación. Esto es serio. A cerrar los expulsores de aire masajeador y a

vestirme otra vez. Si Ragnar quiere crear una religión, significa que está en contra de la

corporación. ¿Era verdadero ese rumor que circuló hace dos años en Vig?, ¿existe un

movimiento de resistencia, como aseguraban en mi destino anterior?

Debo estar delirando, Ragnar está más cerca de creerse parte del Olimpo que de trabajar en su

destrucción. Vamos, se cuenta a sí mismo entre los dioses, si de él dependiera me convertiría

en su esclava. Las resistencias pretenden acabar con las hegemonías, no quieren volverlas

más asfixiantes. ¡Ragnar acabaría con las mujeres! Imposible que sea...Pero, entonces, si no

quiere eso, ¿qué pretendía de mí?, ¿por qué le dirigió la palabra a un ser considerado tan

inferior para sus estándares? Maldito sea, ¿debo reportarlo como revolucionario? Carezco de

elementos convincentes para una denuncia, no me queda otra que volver con él. ¿Denuncia?

¿Desde cuándo me he convertido en una chivata de la corporación? Mi desprecio por un ser

de mierda no debe convertirme en otro ser tan repugnante como él. ¿Puedo volver tranquila a

desnudarme y regresar a la camilla? Temo que va a ser el peor turno de mi vida, nada de

camilla, no habrá forma de relajarme hasta que no me quite esta duda. De nuevo a la sala,

puta madre. Primero, activar la grabadora.

¿Dónde se ha metido? Las alarmas no sonaron, todo está en orden. Por las dudas, a controlar

la temperatura de las cápsulas. Perfecta. Un poco de alivio, soy la responsable de lo que pase,

como para quedarme relajada después de la sospecha. El menor fallo en los procedimientos y

la que se cae del paraíso soy yo, no este machote pretérito. Hablando de él, ¿dónde está

metido Ragnar? ¿Acaso dejó el puesto de trabajo? Insubordinación, rebeldía, pérdida del

paraíso y arresto, abandono de labores es el peor delito en una estación. Es menos grave

matar al compañero de turno. ¿Abandonó el puesto Ragnar? ¿Por qué me pongo paranoica?

Problema de él, mi responsabilidad son las máquinas, los procesos de gestación y nacimiento,

no soy policía de mis ocasionales compañeros. Mi parte está en orden, no debo permitir que las acciones de este imbécil me alteren. Digamos que el silencio no ayuda a... ¿Silencio?

¿Cómo silencio?

Es...Está loco. Las cápsulas están vacías. ¿Qué hizo? ¿Sacó las criaturas? ¿Cómo pudo

hacerlo sin que sonara la alarma? ¡Hijo de puta! Las desconectó.

—¡Ragnar!, ¡Ragnar!

Tarde entiendo qué buscaba de mí. Exasperarme, cansarme, hartarme, conseguir de cualquier

forma que me fuera y lo dejase a solas con las máquinas. Soy la peor de las imbéciles, debe

estar en la cámara de aceleración. No, allí están los colegas del sector, hoy son... Hoy debían

ser Kate y Soronson, pero cayeron con la gripe, no sé quiénes los reemplazaron. ¡La gripe! La

gripe no es casual, la introdujeron ellos, en lugar de Kate y Soronson debe haber dos de su

grupo acelerando las partículas de los clones... ¿Qué hago?

—Hécuba, ¿me extrañas?

—Ragnar, ¿dónde están los ochenta proyectos?

—En el siguiente paso, me he tomado el atrevimiento de aliviarte del trabajo, te he notado un

poco cansada y pensé que te tomarías el resto del turno en la sala de relajación.

—¡Ragnar! ¡Faltaba hacerles el proceso cerebral! Es en esta etapa donde cortamos ilaciones y

anulamos sectores completos. ¿No lo comprendes? ¡Serán normales! ¿Por qué te has metido

en un proceso que desconoces?

—Oh, no lo desconozco, mi querida Hécuba. Es la idea, que sean normales, que sean

personas como nosotros y nos ayuden a volver a la forma de vida humana.

¿Está loco? Nunca podrán abandonar la estación; como mucho, llegarán a la colonia. Les

faltará el sello, la corporación enviará tropas y serán eliminados. Y yo con ellos, yo, la

responsable de una etapa del circuito.

—¿Te das cuenta, Hécuba? El castigo no existe, los que desobedecemos a la diosa

corporación haremos desaparecer este paraíso artificial, regresaremos a las fuentes seguras de

energía, a las jerarquías naturales de los sexos y las razas, a la perfecta vida completa que

conocíamos antes de la aparición de las ideas de la igualdad y de la ecología.

—¿Igualdad? Has liberado esclavos, Ragnar.

—¿Me crees imbécil? No he liberado esclavos, he cambiado su amo, ¿o creíste que los pasé a

la siguiente sección sin alterar ese punto?

Es imposible. No, no es imposible, hace dos años se perdieron trabajos en el centro Austi,

recuerdo que fuimos sometidos a requisas infrecuentes por esa causa; eran papers con

resultados de investigaciones cerebrales, los jerarcas estaban locos por encontrarlos.

—¿Asombrada, Hécuba? Te has quedado dura. Relájate, el trabajo de aceleración está en

buenas manos.

Ellos lo robaron, los resistentes, o Ragnar no estaría tan seguro. Qué imbécil fui, malditos

prejuicios. Ragnar, imposible encontrar alguien más lejano a la idea romántica de la

resistencia que nos insuflaron en los programas de adiestramiento. Ragnar y sus socios, que

deben ser otros machistas rubios con idénticas ideas. Los instructores tomaban a risa los

rumores de insurrección, decían que nadie cambiaría el estatus de vida actual por el retorno a

la naturaleza que pregonaban los hippies; ¿quién abandonaría el confort por una comuna sin

energía eléctrica o gas, donde hubiera que trabajar la tierra todo el tiempo? Comuna, ninguna

comuna, estos vienen a instalar un Reich como en los viejos tiempos. Utilizarán a la especie

destinada al submundo como mano de obra, los harán combatir por ellos; seguro han resuelto

ya el tema de los sellos, no van a conformarse con un planeta.

—Así me gusta, menos reacciones. Cuanto antes aceptes que las cosas han cambiado, mejor

para ti. Diría que puedes irte a la sala de relajación, desnudarte e higienizarte para una visita.

Hace un rato mencionaste el pene, creo que es buen momento para usarlo.

¿Ahora descubre que lo atraen las mujeres?, ¿cómo lo rechazo sin que llame a sus colegas de

la cámara? ¿Adulándolo?

—Me sorprendes, Ragnar. Pensé que me propondrías sumarme a tu movimiento. Tengo

conocimientos importantes en esta área, van a necesitar fabricar muchas criaturas, miles de

nacimientos, enfrentar a la corporación requerirá soldados reemplazables en cantidad...

—Oh, te agradezco tu ofrecimiento, pero no es necesario, Hécuba. Las mujeres no integran

nuestro movimiento en las categorías dominantes, tu nuevo uniforme será idéntico a los que

llevarán quienes nacerán del circuito de gestación en pocos días, los que tomarán la base en

nuestro nombre. Si eres inteligente, te sumarás a sus acciones. Y si no... siempre puedes

pedalear.

Cuatro días si ya están en la cámara de aceleración, estimo. Nada. Debo ganar tiempo.

Inclinarme genuflexa, caminar a la sala, sonreír ante la mano que me toca el culo. Primer

objetivo: separarlos. Cuatro días para interrumpir el proyecto; no cuentan, debo terminarlo de

inmediato, pueden venir más de ellos a la estación de cría a la hora de cambio de turno, deben

haber copado este sector. Actuar ya mismo, no tengo a quién pedir órdenes. La grabación

probará la necesidad del procedimiento. El imbécil debió palparme el cuello, no el culo;

obvio que no me controlara, ¿cómo podía pensar que una mujer se había hecho una exacta

composición de lo que sucedía? Tardía, pero precisa. A tiempo para la reacción. Él mismo me

ha ayudado con su necesidad de patentizar su virilidad; cuando cierre la escotilla de la sala,

nada de lo que hagamos o digamos con Ragnar podrá oírse en la cámara de aceleración de

crecimiento. Ragnar, paso uno. Atenderlo. Ducha rápida con escotilla abierta, necesito que

escuche el agua, que me crea asustada, dispuesta a cumplir sus órdenes.

Me ayudó con la idea de esperarlo desnuda, podré dejar a un costado el uniforme con la

grabadora encendida. Desnuda me veré vulnerable, se descuidará. La cama, no; lo aguardaré

en la camilla, la posición inclinada es más favorable que la horizontal para mis propósitos. De

paso, como necesito distraerlo, encenderé los vientos. A los machotes les molesta cuando

alguna corriente se les mete en el culo. Concentración. Antes de eliminarlo debo confirmar el

nombre de los reemplazos de Soronson y Kate. Apuesto que son Hansel y Gepeto, pero es

preciso saberlo con seguridad para ejecutar los siguientes pasos. Bien. Preparada, como una

girl scout. Limpia, seca. El toque final, la melena recogida y el palillo negro sosteniéndola. El

machote no descubrirá la incongruencia, ¿dónde se ha visto una mujer negra con peinado

chino? Será su último error, y lo cometerá en segundos.

—¿Prefieres la camilla? Vaya que sois raras las negras.

Últimos resabios de civilización afuera, el primate Ragnar se ha desnudado por completo, por

más que no se quite el uniforme. ¡Oh, no, lejos de él intimar a ese punto conmigo! Apenas su

pene contactará mi negritud animal, guardará su piel bajo las telas para evitar contagiarse de

mis inmundas segregaciones. ¡Se está colocando guantes! Paciencia, Hécuba, paciencia.

Conviene que se los ponga; de no ser lo suficientemente rápida, los guantes lo estorbarán

cuando quiera tomar el arma. Concéntrate, los nombres.

—¿Te han dado permiso Hansel y Gepeto?

—¿Cómo lo...? Ah, claro, debe estar dentro de tus obligaciones conocer la dotación del día.

¿Por qué camina arqueado para llegar hasta mí? Ruego que no se me caiga la cara y pueda

mantener esta sonrisa, necesito tenerlo encima para quitarme el palillo y hundírselo en el

cuello antes que se le ocurra tomar la pistola.

—Ningún permiso. Hécuba, estás de suerte, disfruta un hecho que no se repetirá. Hoy

recibirás al líder en tu cuerpo, al creador de un nuevo mundo.

Al restaurador del más viejo régimen abusivo que conoció la humanidad, debería decir.

Concentración, reprimir el asco, ahí viene.

—¿Es necesario el viento?

Funcionó, y eso que tiene el culo cubierto por la tela; tiene la cabeza en otro sitio, descuido

absoluto. Puedo detenerlo, el aire dirigido ha cumplido su función.

—Lo apago.

Viento, afuera de la ecuación. Se mira, el imbécil. ¿A eso llamará una erección? Que no vea

el palillo. Mejor imposible, tuerce la cara, debe hacerlo para no verme e imaginar que se

encama con una nibelunga, esas azafatas rubias que se ven en los comunicados de la

corporación.

—¡Allí voy!

Contrólate, Hécuba, no rías. Déjalo venir, allí están hurgando los guantes, ¿piensa entrar con

tan poco juego?, ¿en seco? Rápido, torcer un poco el cuello para que se apoye en el hombro

izquierdo. ¡Perfecto! Aj, apesta el aliento. Un poco más de descontrol. ¡No entra! Se apoya,

se frota. Confirmado, este nunca estuvo con una mujer, ¡está debutando conmigo! ¡Tengo que

jadear, que no sospeche! Los virgos piensan que, apenas nos rozan, nos volvemos locas.

—Ah, ah, ah....

—¡Siente la furia de los dioses, Hécuba!

La mano debe moverse lenta, así. El palillo sale fácil, como en las prácticas. Perfecto, logro

sacarlo sin rozar su cabeza, tengo el cuello donde quiero, aferro con fuerza el arma,

aprovecho la inclinación de la camilla.

—¡Siente la penetración del nuevo mundo, Hécuba!

—¡Siéntela tú, hijo de puta!

¡Toma, toma y toma! Sí, abre los ojos, abre la boca, abre los brazos, ¡te mueres, Ragnar! Sí,

es sangre lo que tocas, no es el semen de tu super pene, ¡imbécil! En vano me preocupé por la

pistola, no ha bajado las manos a la cintura, nunca se lo esperó. Ya no late, éxito confirmado.

Uf, es más pesado de lo que calculé. Un último esfuerzo, listo, al piso. De haberlo hecho en el

módulo, estas caídas pudieron ser oídas por los colegas. Otra vez a la ducha, a quitarme la

sangre. Primero, recoger el palillo. Sale tan fácil como ha entrado. ¡No puedo creerlo! Le ha

quedado grabada la mueca de desprecio en los ojos. ¡Lo odio!

—¡Toma, imbécil! Toma, y toma, y toma, a ver a quién miras ahora.

¿Estoy loca? El maldito me exaspera desde ultratumba también, ¿qué necesidad tenía de

sacarle los ojos si muerto no puede ver a nadie? Ya está, no puedo detenerme en el error.

Ahora sí, la pistola para mamá. ¡Perfecta! Es de las silenciosas, no deberé recurrir otra vez al

palillo, me evita el riesgo de aproximarme para asestar el golpe. Iré primero por Hansel,

obedecerá sin chistar una supuesta orden de Ragnar. Es sumiso, carece de iniciativa. Gepeto

tampoco es ninguna lumbrera, pero puede negarse a causa de los celos si mi estimado colega,

ahora cadáver, presumió de ser el jefe delante de él. Conduciré a Hansel hasta aquí, lo haré

pasar y le dispararé en la nuca. Luego, no necesitaré cuidarme para regresar a la cámara de aceleración y disparar sobre Gepeto. Después me quedará clausurar las entradas y terminar

con las ochenta criaturas.

¡Maldita sea! La ducha no consigue quitarme el asco de encima, odio tener que ser la

defensora de la corporación, cómplice de este sistema de explotación de ilotas. Alternativas

no tengo, si no impido la conquista de la colonia, seré víctima de un sistema aún más

opresivo, donde perderé hasta la condición de ciudadana en igualdad de condiciones con los

hombres. ¿Por qué no le tocó a otro? A otra, de haber estado un hombre en mi lugar, hubiera

salido de tras de Ragnar. Parece una jugada del dios que nos condenó a parir con dolor, una

serie de trampas para recodarnos su existencia, para volver a decir que a las mujeres nos toca,

otra vez, solucionar las cosas. ¿Dios?, ¿estoy hablando de dios? Basta, Hécuba.

Hora de continuar el plan, la pistola queda detrás de la escotilla para cogerla al pasar. Resultó

conveniente que Ragnar jugara al semental conmigo, estar desnuda a la hora de eliminarlo

evitó que manchara de sangre el uniforme. Ni una gota, superado el segundo examen al

espejo. Hora de continuar, no sea cosa que sospechen porque Ragnar no aparece. O que mi

locura se agrave y termine creando yo una religión con esas criaturas. ¿Qué digo? Ya no es

posible hacerlo, los han modificado; de nacer, no serán ilotas con las facultades racionales

anuladas, serán humanos dominados por voces que desconozco. Me resultaría imposible

imitar esas voces grabadas en sus mentes. Ya no serán los hijos tontos de la corporación,

serán los hijos de Ragnar y los suyos.

Por más vueltas que le dé, la única opción de evitar la conquista es apagar las máquinas y

dejarlos morir. Me pregunto si sufrirán cuando les deje de entrar aire en el líquido de las

cabinas mayores donde flotan inconscientes, mientras se desarrollan sus huesos y músculos.

Lo sabré muy pronto, si sufren los veré retorcerse, tal vez los oiré gritar. Momento. ¿Qué

sucede? La escotilla que da paso a la cámara de aceleración está sin traba, ¿habrá pasado algo

o fue un descuido de Ragnar cuando vino por mí? ¿Otra vez se me complican los planes? Las

máquinas suenan, parece estar todo normal. Más vale golpeo y espero.

Viene Hansel a atenderme, puedo respirar; está ocupando la posición de segundo, nada ha

cambiado. Le regalo la sonrisa que espera de una súbdita.

—Hansel, Ragnar quiere que lo veas en la sala de relajación.

Ninguna duda se permite el obsecuente. Sencillo como lo anticipé.

—¡Gepeto! ¡Ragnar me llama!

Vamos, Hansel, no te demores que tengo enfrente una cápsula, ¿es necesario aguardar la

respuesta e Gepeto? La criatura está girando, no quiero verle la cara. Ya mide un metro

setenta, tardarán menos de cuatro días en nacer, han puesto la velocidad al máximo.

—¡Cuidado, pobre Ragnar, que está solito!

Gracias, Gepeto, pero pudiste responder antes que la criatura terminara de girar.

—Vamos, Hansel, que ya sabes lo impaciente que es.

Me obedece, no registra que he pasado a ser un ser inferior. A no distraerme, este camina

rápido. A liquidarlo y volver casi a las corridas para acabar con Gepeto. Será fácil. Lo difícil

vendrá después, aunque no exista posibilidad de resistencia. La criatura terminó de girar antes

que arrancáramos, sus ojos estaban vivos; sabe quién soy, sabe lo que haré. Las ochenta

criaturas deben saberlo. Contrólate, Hécuba, no desesperes, lo primordial en este instante es

coger la pistola y disparar a la nuca de Hansel. Por más que las criaturas lo sepan, no podrán

hacer nada, están condenadas a asistir a su propia eliminación, así como tú estás condenada a

perder tu alma. Allí tenía Ragnar el castigo que buscaba, perder el alma y continuar viva,

¿habrá algo peor? Atenta, Hansel está pasando la escotilla de la sala de relajación.




Escritor, dramaturgo y actor argentino, nacido en Lomas de Zamora, en 1966. Publicó: “El

tango que te prometí”, Ediciones Jaibaná, Argentina, 2023; “Soltando la mano”, La Verónica

Cartonera, España 2020; “El cadáver disfrazado”, Just Fiction, 2019; «Agosto», «Destino» y

«Cabalgata» (Colección Breves), 2019; “La mano” y “A la vuelta del bar” 2017; “Bollos de

papel” 2016; “La puerta de Sierras Bayas”, USA 2014. “Mercancía sin retorno”, La Verónica

Cartonera, 2015. “Alejandra” y “Amores, utopías y turbulencias”, 2002.

Más de seiscientos textos publicados en Hispanoamérica, a través de antologías de

editoriales (Ed. Visor, El gato descalzo, Ed. Solaris, Las nueve musas, Ed. Folla-g, Ed.

CTHULHU, Ed. Pandemónium, Ed. Anuket, Kanon editorial, Ápeiron ed., y otras) y en revistas

o páginas como Sinestesia, Letras y Demonios, Aeternum, Alas de cuervo, Rigor Mortis,

Penumbria, Espejo humeante, Tártarus.

Entre otros reconocimientos, obtuvo: Premio Novela Corta “La verónica Cartonera”

(España), 2019 y 2015. Ganador VII certamen de microrrelatos de Montserrat (2022) -2do

Premio Tierra de Monegros 2022- Ganador Certamen de microcuentos del Ficta (Festival

internacional de cine de Terror) de Atacama 2022. Premio teatro mínimo “Rafael Guerrero”.

Colaborador en Solo novela negra (relatos).

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