top of page

GÉNESIS 69 de Rubén R. Melis y Maximiliano Guzmán

Hoy en "Pesadillas de Felicidad" presentamos el último cuento de la Convocatoria. Es este cuento apoteósico, delirante y políticamente incorrecto. La dupla de escritores Melis/Guzmán plantean la posibilidad de una felicidad insuperable e indescriptible con un personaje que es verdaderamente un perdedor en un día de suerte. "¿Que nos queda después de ser felices?"



Mi ideal de felicidad se contraponía abiertamente con lo que, por lo general, mi padre solía pedirme cada que entraba en mi habitación sin llamar a la puerta: "Escúchame hijo, tienes que darle un respiro a ese apéndice tuyo o de lo contrario algún día de estos acabarás en el hospital".

Agitado, escuchaba sus estudiados consejos anti-masturbatorios con el sudor perlando en la frente y la mano un poco pegoteada. "Lo haré, pa. Lo prometo", le soltaba entonces en un gemido susurrado y patético.

Pero ¿podía hacerlo? ¿realmente podía renunciar a eso que tanto placer me daba? Vamos, no puedes pedirle eso a un masturbador compulsivo. ¡Y menos a alguien tan asquerosamente irrecuperable como yo!

Cada vez, mi padre me miraba con pena y luego se marchaba en busca de un trago con el que aplacar la vergüenza. Pero al poco regresaba, puesto que mis orgasmos eran tan febriles que no lograba controlar las fantasías que escapaban de mi boca. "Hijo, ten mucho cuidado con las cosas que deseas", me advertía con los ojos anegados por el alcohol. "Y quita el nombre de tu hermana de tu mente ahora mismo".

Buen tipo mi padre. Ahora, visto en retrospectiva, puedo decir que lo único que buscaba era protegerme. Si tan solo hubiese seguido sus sabias sugerencias, hoy no estaría atrapado en este sueño imposible y sin escapatoria. De haberlo escuchado a tiempo, me habría ahorrado el dolor de cabeza de tener que salir a conseguirme una novia, alguien que me ayudase a terminar de una vez por todas con esa extenuante y enfermiza manía mía.

Si hubiese sido más atento, Brunilda jamás habría entrado en mi vida.


***

Sucedió poco después de que el whisky barato se llevara a mi padre y mi madre se marchara de la casa detrás de la tercera pierna de un bengalí vendedor de bisutería ilegal. Supongo que se trataba del mismo que conocimos la vez que fuimos al centro a visitar a López, un amigo judío de la familia. Dudo que López haya sido judío alguna vez con lo desprendido que era. La cosa es que ahí estaban el negro con su mantel echado en la vereda junto a López comiendo un sanguchito de jamón y queso a su lado. Muy lindo todo, sí, pero eso forma parte de la historia de amor y desamor de mis padres, no de la mía.

Y la mía, supongo, comenzó el día en que entré al baño de aquella estación de servicio y me crucé con ella. Estaba sollozando como niñita en el interior del cubículo, abrazada a la taza del inodoro como si fuese su único amigo en el mundo. Fui cortés, lo juro. Pese a que no está en mi naturaleza ser socialmente considerado, le tendí una mano y le ofrecí el hombro. Ella se arrojó sobre mí en un segundo y continuó llorando mientras salíamos a la calle y tomábamos un taxi.

Esa noche, luego de que se sincerara conmigo y me revelara que se ganaba la vida empeñando su cuerpo en habitaciones de burdel, se abalanzó sobre mí como un puma en celo. Hicimos el amor por toda la casa sin pudor. Fue un viaje de ida hacia la lujuria. Un constante fluir de emociones plagada de éxtasis, jadeos y gemidos. Esa noche supe que finalmente había encontrado el amor de mi vida.

Brunilda, mon amour.

Cura definitiva de mi lastimoso egoísmo de burócrata adolescente.

Mi preciado boleto con destino al Armagedón…

***


Por cuestiones que desconozco, solo teníamos sexo anal. Nada mal si se toma en cuenta el hecho de que la mina disponía de una musculatura esfinteriana capaz de estrangular el capuchón del pene como Calígula jamás habría imaginado siquiera en sueños.

Divino, su culo.

Y que me trague la tierra si miento cuando digo que fuimos insaciables y ardientes. Maratónicas noches de placer compartimos. Litros de sudor humedeciendo las sábanas. Rechinaba la cama con cada embiste. Las ventanas empañadas. El conserje del edificio llamando a la puerta con insistencia.

El cuarto apestando a semen y mierda.

Como todo, fuimos felices mientras duró la gracia. Quiero decir, la sodomía se sentía genial pero, verás, pronto llegó el hastío. Necesitaba probar algo nuevo. Necesitaba, bueno… zambullir mi pene en otro agujero.

Pero Brunilda no iba a dármelo por nada del mundo, por lo que hice exactamente lo que se suponía que no debía hacer…

Deseé fervientemente encuevarme a su hermana.


***


Como si la hubiese llamado con la mente, la tipa se apareció una semana más tarde en casa. Dijo que estaba de visita porque le quedaba de paso y que extrañaba a Brunilda. Ese día almorzamos los tres, y luego de un par de copas nos confesó que su matrimonio iba en picada y que sospechaba que su marido le era infiel.

Pobre. No se lo merecía. No solo porque era una mujer hermosa, sino porque tenía unas tetas increíbles. Un poco caídas, sí, en gran parte a juego con su autoestima. Se la veía bastante demacrada, por lo que Brunilda la dejó quedarse unos días con nosotros.

Esa noche, como si los dioses hubiesen oído mis fantasías, participamos de una menage a trois sobre el sofá. Estábamos un poco ebrios, no voy a mentir, pero juro que todos fuimos bastante conscientes de lo que hacíamos.

Brunilda en cuatro patas siendo bombeaba por mí por detrás, mientras su lengua lamía el jugoso clítoris de su hermana.

Mi pene disparando semen tibio sobre la cara de mi cuñada al tiempo que Brunilda me roía los testículos cual hámster hambriento.

El puño de mi cuñada enterrado a tope en el culo de Brunilda en lo que me disponía a entrar en su fagositadora vulva.

Solo por mencionar algunas peripecias sexuales…

***

La mejor garganta profunda la daba Elba, mi suegra. No hay dudas de eso. No desde el día en que se instaló en casa, hace dos inviernos atrás.

Se repartieron las tareas del hogar del siguiente modo, a saber: Brunilda se encargaría de lavar la ropa, mi cuñada de limpiar la casa y Elba se ocuparía de la cocina. Las tres siempre en ropa interior. Y aunque mi suegra no poseía lo que se dice un "cuerpo de espectáculo", sus cachas poco caídas lo compensaban en gran medida.

Ver sus carnes pasearse por toda la casa era una escena que papá hubiese soñado para sí mismo: que mi madre hiciese la cena, limpiara su cuarto y luego quisiese tener sexo con él. Con él y no con medio vecindario. Ya podía oír su voz diciéndome: "Lo lograste, hijo. Bien hecho". Sí, mejor habría sido si no fuera porque me tenían atado de pies y manos a una suerte de máquina sexual (mitad silla, mitad arnés) con el pubis levantado gracias a la ayuda de un motorcito a pilas que soltaba pequeñas descargas eléctricas sobre mi pito erecto.

"Preparé estofado de cerdo con papas especiadas y algunos tragos de frutas, verduras y alcohol. Eso te pondrá más cachondo", canturreó la madre de mi novia mientras tomaba asiento en los pies de la cama y me dio de comer en la boca al mejor estilo "avioncito".

Una vez que hube acabado el plato, se apresuró a cerrar la puerta de la habitación y…

Comenzó a engullirme el pene.


***


Tengo este recuerdo grabado a fuego en la memoria: Brunilda y su hermana jugando “piedra, papel o tijera” para ver quien me cabalga primero. Y aunque por lo general solía ganar la tramposa de mi cuñada, era Elba quien siempre se quedaba con mis bolas. ¡Cielos! Nunca imaginé que tres hembras acabarían peleando por tener sexo conmigo.

A veces me pregunto qué dirían mis amigos si me vieran en esta condición, pero enseguida me acuerdo de que no tengo amigos y se me pasa.


***


Por meses amanecimos con los cuerpos enlazados como una esvástica nazi. Cada tanto necesitaba ver si mi verga seguía con vida, así que le echaba una miradita por las dudas. Allí seguida, en perfectas condiciones.

Una campeona, mi chota.

Las cosas hasta aquí habrían sido como de ensueño si no fuese porque una noche me levanté de la cama y observé que había restos de cal, engrudo, ladrillos y cemento en el suelo. Cuatro obreros de construcción, desnudos todos ellos, revocaban las paredes de la cocina.

"Oigan, ¿qué creen que están haciendo?" los increpé.

“Nuestro pastor se levantó de la cama” replicó el que se suponía debía de ser el mandamás. El resto cuchicheó por lo bajo y luego continuó como si nada, derribando uno a uno los muros de mi casa para volver a levantarlos sobre el terreno del vecino.

Regresé al living algo perdido y le pregunté a mi suegra si acaso fue ella quien los había contratado. Pero en vez de responder a mi pregunta, todo lo que hizo fue regalarme una mamada.

Chupó, tragó y volvió a chupar.

Y en medio de la felación, sonó el timbre.

“¿Quién es a esta hora?” pregunté como si realmente tuviese noción del tiempo.

“Ya lo verás” dijo Brunilda en lo que abría la puerta de la entrada.

Como sacadas de una revista de Playboy, las amiguitas de mi novia entraron con dos botellas de champagne bajo el brazo, una caja repleta de juguetes sexuales y varias bolsitas con lo que parecían ser estupefacientes.


***


Esa noche el sexo fue más que desenfrenado. Luces estroboscópicas daban vueltas en mi cabeza mientras que los cuerpos a mi alrededor proyectaban extrañas sombras sobre paredes prácticamente inexistentes. Era como si la casa en sí misma perdiese sus dimensiones, ¿o simplemente había muerto y mi alma quedó atrapada en una especie de limbo?

No. No morí.

Ninguno de los que participamos de aquella fiesta sexual lo hicimos. Allí estaba mi preciada Brunilda, su hermana y su madre. ¡Carajos! También los obreros de la construcción y las amigas de mi novia. Una familia vecina (hijos y mascotas incluidas), todos ellos dando lengüetazos, besando y adorando mi sexo erguido y palpitante.

¡Y el timbre que no paraba de sonar!

Nadie quería quedarse fuera de la orgía.


***


Nuestros cuerpos permanecieron unidos como una masa de órganos sexuales indivisibles. Penes erectos, vulvas húmedas, lenguas lábiles y dedos juguetones. Un mundo de piel y fluidos inundaban la nueva casa que se construyó para albergar gemidos, flatulencias vaginales y cientos de arcadas.

Construimos una comunidad.

La casa se hizo más grande, llegando a ocupar el espacio de cuatro manzanas.

Pero faltaba más…

Porque aún quedaba más carne por penetrar.

Todo sea en pos del flujo orgásmico.


***


Para cuando quise darme cuenta, la casa ya se había extendido hacia sitios insospechados. La entrada (si es que existía tal cosa) funcionaba como un imán para las personas que llegaban para unirse a la mega orgía. Nadie que yo conociese se molestaba siquiera en pedir permiso. Mi pene era el souvenir al final de la fiesta, o eso solían decir algunas lenguas cuando entre mamadas podían hablar.

Confesaban sus delitos de carne, sus pecados sexuales.

La iglesia me acusó de “Diablo Penetrador”, pero no era solo eso. También recibía en mi culo los falos, los dedos y los juguetes imposibles que sus monjas, sacerdotes y párrocos traían con intención de romperme en pedazos.

Pero era el amor lo que evitaba los sinsabores del sexo y del dolor.

Y la casa fue creciendo a medida que la masa uniforme de cuerpos lo hacía.

Los obreros se iban sumando para agrandar las habitaciones hasta alcanzar las dimensiones de una ciudad.

¡Porque toda la ciudad estaba allí!


***


Ha pasado demasiado tiempo.

De la casa su obra monumental.

Un país entero, dos o un continente. Era imposible saber cuánta gente formaba parte de la orgía. Familias enteras eran alimentadas con mi sexo durante todo el año. Todo el mundo calmaba el hambre a costilla de mi miseria.

Y fue la orgía la que continuó a pesar de mí.

Decidí huir de la carne, de la pasión, de los fluidos y el delirio amoroso de haber logrado mi cometido inicial. Cometido que jamás creí posible. Mi felicidad, todo lo que añoraba y soñaba ya no estaba allí.

Ni allí ni en ningún lugar.

Fueron las pieles, los anos, las vaginas, los penes y los gemidos solo un estímulo directo que acabó por extinguir mis sentimientos, dejando heladas mis emociones y perturbando mi yo interior.


***


Y así, después de un maratón de veintisiete días y veintisiete noches, con el cerebro embotado y el cuerpo hecho una larva, fui expulsado de aquel paraíso de lujuria incontrolable hacia un mundo etéreo.

Me vi a mí mismo en un espejo quebrado de múltiples dimensiones. Mi casa (o lo que alguna vez fue mi casa) flota hoy sobre un fango negro. Una planeta devorado por una negrura escatológica y gimiente.

Ese pálido punto lechoso fue mi casa. El espacio alberga ahora la vida de millones de personas y seres vivos anquilosados monstruosamente por el placer, formando una masa tóxica y gelatinosa.

¡Destruí el planeta!

¿O lo salvé?

Una nueva vida comienza en la oscuridad profunda y hedionda donde me encuentro. Una donde nadie más que yo puedo decidir si darme una nueva oportunidad de vida.

Me he convertido en un dios apestoso que huele a fluidos, a sexo, a sangre, orín y heces. ¿Es esto lo que realmente soy o simplemente soy el espejo donde se refleja la sociedad que gime y penetra dentro del “Planeta Casa”?

Es el Planeta Casa un harem descontrolado y yo soy ese dios absurdo que ha aniquilado su fortuna y su gracia, y hoy flota en un universo tecnicolor. Soy el rostro de la podredumbre y del anhelo de la entrepierna. ¡Que feliz soy pese a mi gran infelicidad!

Es la contradicción la que me atormenta.

Todo lo tuve, todo lo tengo y todo lo pierdo. Estoy ganando devociones enfermizas, rezos doblegados por una vulva o un pene lastimoso. "Quiero volver a entrar", me digo, y es mi voz la que retumba en el vacío. "Quiero volver a entrar… en ellos, en mí".


***


Al visitar Planeta Casa, descubro generaciones enteras de historia universal. Descubro que no puedo detenerlos, ¡ni siquiera quiero intentar detenerlos!

Los amo.

Los amo así como son.

Amo lo que fueron, lo que son y lo que serán. Quizá sigan creciendo hasta romper el universo. Quizá sea el destino de la humanidad, del universo y de todo lo conocido por esas personas que ahí siguen, culeando y mamando. Ya no hay más santos ni mártires.

Y yo, por supuesto, soy el responsable.





Biografía Nacido el 26 de septiembre de 1989, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Es un abogado fracasado que trabaja en el Registro de la Propiedad Inmueble de CABA. Cuando no está tomando mate, mira el noticiero. Y cuando no, traduce alguno de los miles de libros que colecciona en inglés. Solo cuando pinta y le pican las bolas se sienta a escribir historias bizarras plagadas de sexo enfermizo con alto contenido escatológico.

Su primera novela titulada “COMO BATIDO DE MIERDA” fue publicada en 2020 a través de la plataforma Amazon, donde actualmente se encuentra disponible en formato ebook, pasta blanda y tapa dura.

En 2022, de la mano de un grupo de talentosos escritores nacionales e internacionales, el colectivo literario autogestivo “El Bondi Libros” lanzó “RELATOS MIERDOSOS”, una antología inspirada en su primera novela, la cual contiene un relato inédito de su autoría titulado “Feliz, cumple, Gervi”.

Finalmente, luego de algunos contratiempos, su obra “COMO BATIDO DE MIERDA 2” vio la luz en abril de 2023. Al igual que su antecesora, la misma puede adquirirse tanto en Amazon como a través de la página web librosbondi.empretienda.com.ar

Su nouvella “La desgracia del capitán Hass O’Pee”, pieza original de “TALES FROM THE BONDI – REVISTA N° 1”, formará asimismo parte de su próximo libro “EMPAQUETADO”, que contendrá 3 nouvellas de género porno-trash.

“Trabajo de extracción”, su primera historia splatterpunk, es exclusiva de la revista digital “LA TUERCA ANDANTE”.

Biografía Maximiliano Guzmán (1991)

Nació en Recreo – Catamarca – Argentina Estudió Cine y Televisión en La Universidad Nacional de Córdoba – Argentina.

Autor de Hamacas (EditorialZona Borde))

Es Editor en la revista digital “La Tuerca Andante” (Argentina)

Ha publicado cuentos en las revistas argentinas: Espacio Menesunda, Revista Gualicho, Diario Hoy Día, El Rompehielos, El Ganso Negro, Los Asesinos Tímidos, La Mancha Zine, Salvaje Sur, RevistaCatarsis, Revista Clarice también en Chile: Revista Kuma, Chile del Terror, Revista Phantasma, en México: Revista Delatripa, Revista Hueco, Revista Rito, Revista Escafandra, Revista Anapoyesis, Revista Óclesis, Cósmica Fanzine, Alas de cuervo, en Perú: Letras y Demonios y en Ecuador: Teoría Ómicron.

Participó en la Antología Internacional Sucio de Letras de La tuerca andante y en Uruguay:Antología de Ciencia Ficción Dura y Erótica de Editorial Solaris de Uruguay.


bottom of page