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LA MANO QUE PORTA UNA BIBLIA de Victor Lowenstein




En la exclusiva casa funeraria se respiraba el habitual clima de triste solemnidad que acontece en cualquier velatorio. La lujosa sala albergaba a un puñado de conocidos del difunto señor Carletti, empresario y diputado provincial. Repartidos en grupos de entre cuatro a ocho personas, los allegados conversaban por lo bajo sosteniendo entre las manos sus vasos con café. Al fondo, frente a un imponente ataúd labrado en roble, la viuda lloriqueaba, inexplicablemente sola, una de sus manos enguantadas en seda negra se apoyaba sobre la tapa del féretro. “Todos somos iguales a los ojos del señor” había proclamado el párroco de oficio minutos antes, frunciendo el ceño de algunos de los presentes. “Está claro que no somos todos lo mismo” murmuró la esposa de un senador de doble apellido. El comentario recibió el asentimiento de su cónyuge y del resto del grupo que componía. No todos podían ser iguales, claro que no; sobre todo en un mundo tan competitivamente feroz como aquel en que se movía el difunto Carletti, un as para los negocios además de un verdadero chacal político. Todos lo admiraban por su rápido ascenso económico. Cuando el café se iba terminando y los lloros de la viuda amainaban de puro cansancio, igual que el que todos sentían ya, conviniendo en dar fin a la triste ceremonia, por las puertas del sepelio hizo su entrada el doctor Berardi. Nadie objetaría la impuntualidad del doctor. Hombre de confianza del difunto Carletti, consejero político, albacea y amigo personal. Esa mañana en particular Berardi se mostraba impermeable a la menor crítica. Impecable en su traje negro y corbata al tono, con gafas oscuras para la ocasión y desparramando perfume francés a diestra…y siniestra, avanzó portando entre manos una Biblia con visibles letras de oro en la portada. Luego de echar una mirada sobre la sala, la atravesó a paso lento. Caminó entre los presentes sin saludar a nadie, recibiendo en cambio reverencias de cada uno. Se dirigió directamente hacia la viuda, dejando su Biblia sobre la tapa labrada. Era un velatorio a cajón cerrado, dado el irreconocible estado en que había quedado el rostro del muerto luego de ser salvajemente acuchillado hasta morir. La viuda retiró la mano enguantada en cuanto Berardi la tomó suavemente de los hombros y le susurró algo al oído, que volvió a hacer brotar lágrimas de sus ojos enrojecidos tras un velo de tul. Entonces, Berardi miró a todos los presentes y todos lo miraron a él; sin desviar su vista recogió su Biblia y la llevó contra su pecho, y todos bajaron la vista. Se hizo un prolongado silencio. Ya todo había sido dicho con anterioridad, y el mismo silencio pronunció el amén de responso. “El mundo de los hombres suele ser cruel” supo decir el párroco minutos antes, entre toses protocolares y más ceños fruncidos, y con razón: no hay clérigo que admita verdades tan horrendas. “La mano que porta una Biblia es bien capaz de sostener un cuchillo”.




Biografía Víctor Lowenstein. Escritor. Corrector literario. Coordinador de talleres literarios. Víctor ha publicado los libros: “Veo cosas muy raras” relatos, Editora Indómita, 2003. “Simetrías obscenas” cuentos, editorial sábado negro, 2004. “Malamuerte” cuentos, Editora Indómita, 2006. “Taratología de los espejos” ensayos y cuentos, AqL, 2013. “Paternóster” cuento, fdcm 2014. “Artaud, el anarquista metafísico” editorial De los cuatro vientos,2015. Premios “Capparelli” “Al pie de la letra” “Horacio Quiroga” y “Tahiel ediciones” Víctor escribe textos de carácter fantástico, no tradicional, ligado a la literatura de raíz kafkiana que explora territorios experimentales, weird, la inter-zona de la textualidad contemporánea.

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